Roser Páez, delegada de la sección, nos hace un resumen de la primera sesión del ciclo “Grandes joyas de la historia del arte”.
De la mano de la profesora Carmina Vivas hemos analizado la Victoria de Samotracia, también conocida como Niké de Samotracia. Una escultura perteneciente a la escuela de Rodas dentro del período helenístico. Procedente del santuario de los Cabiros en Samotracia, actualmente se encuentra en el Museo del Louvre y representa a Niké, la diosa de la victoria. Tiene una altura de 2,75 m y se elaboró en mármol hacia el 190 a. C.
Carmina nos explicó su procedencia y los pormenores de su complicado transporte hasta llegar a la ciudad de la luz. Aunque existen diferentes hipótesis sobre las motivaciones que llevaron a crear dicha obra (se pensó que fue mandada a esculpir por Demetrio Poliorcetes para conmemorar su triunfo naval en Salamina sobre la flota de Ptolomeo Sóter en el año 306 a. C.), la datación de la escultura hacia comienzos del siglo II a. C. hace más lógico pensar que en realidad se labró para celebrar las victorias sobre Antíoco III Megas.
La figura femenina de la Victoria con alas se posa sobre la proa de un navío, que actúa de pedestal de la figura, cuyo cuerpo presenta una leve y sensual torsión. Va envuelta en un fino chitón y un manto, ropajes que se adhieren al cuerpo dejando traslucir su anatomía. Tratamiento que recuerda a la denominada técnica de «paños mojados» atribuida a las obras de Fidias. El manto forma un rollo sobre el muslo derecho para caer luego entre las piernas, dando lugar a una composición muy característica en otras figuras femeninas de la misma época.
Las ropas agitadas por el viento configuran el dramatismo, tan característico de la escuela escultórica rodia, una de las más barrocas del helenismo. A destacar que una de sus alas, al menos en parte, ha debido ser restaurada.
Pudimos observar también la influencia en otros artistas como Marinetti, el cual utilizó esta obra para ejemplificar su crítica al arte tradicional de tipo clasicista, en beneficio de uno nuevo que rindiese culto a los progresos técnicos de la industrialización. Ha sido replicada en películas. Y también por el artista francés Yves Klein, que utilizó un vaciado en escayola (miniatura de la estatua original) pintándola con su característico color azul. Esta pieza también está expuesta en el museo del Louvre.
Una estatua de gran belleza que, a pesar de no estar completa, ¡nos sigue todavía fascinando y de qué manera!